Hacemos un paréntesis en el tema que habíamos empezado la semana pasada para hablar de los autónomos españoles que vuelven a protagonizar una de sus sagas más largas y dramáticas: “Subida de impuestos: la secuela”. Esta vez, queremos centrarnos en los locutores y artistas de voz, ese gremio que vive entre micrófonos, cabinas insonorizadas y el eterno dilema de si declarar la factura del cliente de Miami o rezar por un milagro fiscal.
Con el reciente incremento de cuotas y retenciones, los profesionales del voiceover en España —una comunidad tan apasionada como dispersa— aseguran que mantener su negocio “es casi tan difícil como grabar un audiolibro con un taladro de fondo”. Muchos denuncian que el aumento de la carga fiscal llega justo cuando el mercado de la voz vive uno de sus momentos más inciertos: tarifas a la baja, competencia internacional feroz y plataformas que prometen doblar el mundo… a cambio de pagar con aplausos digitales.
“Ya no sé si soy locutor o equilibrista. Entre los impuestos, los impagos y las revisiones de audio, mantenerme en pie es un acto circense”, comenta entre risas —y cierto temblor— M. G., narradora de documentales y anuncios para redes.
🎧 Una voz global con garganta cansada
A nivel mundial, la profesión tampoco atraviesa su mejor momento. En Estados Unidos y Latinoamérica, las tarifas se han vuelto tan variables como las notas de un principiante con resfriado, y el auge de las IA de voz ha metido más miedo que un casting sorpresa. No obstante, los locutores españoles insisten en que su talento humano “todavía suena mejor que un robot con acento neutro y alma de GPS”.
Mientras tanto, las redes sociales se llenan de memes en los que los locutores calculan sus gastos anuales entre cafés, electricidad de la cabina y la cuota de autónomos que “pesa más que un micrófono Neumann U87”.
“Nos suben los impuestos, pero no la moral”, ironiza otro profesional. “A este paso, la próxima factura la enviaré con efectos de sonido dramáticos y música de tensión”.
📻 Conclusión: la voz no se apaga, pero tose un poco
Aunque el panorama fiscal y profesional no ayuda, el humor sigue siendo la mejor defensa de estos artesanos de la palabra. Entre factura y factura, los locutores españoles siguen afinando su voz… y sus quejas. Porque si algo tienen claro es que, pase lo que pase, seguirán narrando la vida —aunque Hacienda se lleve un porcentaje de la historia.